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Los Barones del Conurbano: La Desidia

La inundación del 2 de abril en La Plata, expuso las miserias de un sistema clientelar que oprime y enfrenta a los vecinos más excluidos. Hay muertos, desaparecidos y  damnificados, pero lo que más le importa a la clase política es la elección que enfrentaran en unos meses. Y entonces, ¿quién paga el precio político de la desidia estatal vista en esta tragedia?

Por Leila Lobos

La sociedad entera comienza las tareas de colaboración y en los sectores más pobres se activan los 3 vértices del sistema clientelar: el ciudadano, el puntero y el funcionario. En la década del 90 se consolidó esta relación a través de dos factores esenciales. El primero fue el otorgamiento del Fondo de Reparación Histórico del Conurbano Bonaerense: la Provincia recibió 600 millones de pesos para repartir en los municipios. El segundo la reforma de la Constitución Nacional de 1994 que estableció el sistema de voto directo y distrito único. Esto significó que el 40% de los votos del país son del conurbano. Muchos votos y mucha plata. Así surgieron los Barones del Conurbano: intendentes que manejan con medidas clientelares, llevadas a cabo por concejales y punteros barriales, a la población del conurbano.

Así se ve en los barrios más excluidos donde se necesita de todo. Los vecinos llaman al puntero y nacen los primeros problemas: las cosas no llegan, los camiones no están  el puntero no aparece. En el barrio La Piedad, perteneciente a Los Hornos, los vecinos se comunican con la Municipalidad y se les informa que un camión con colchones había sido enviado a través de la puntera de la zona. Ésta nunca llega por lo que deben salir a buscarla hasta encontrarla en el barrio contiguo. Discuten un rato hasta obtener 21 colchones. El sistema enfrenta a vecinos de barrios linderos, gente que en vez de tenderse una mano pelean por la miseria que les reparten. Los punteros que no dan a vasto por la inmensidad de los daños se encuentran con gente de otros partidos, particulares y hasta otros punteros rivales que ayudan en sus barrios. Temiendo perder poder sobre “su” gente se producen incidentes por ver quién era el dador de esas colaboraciones. Es importante ayudar al vecino, pero siempre en el marco de que el vecino sepa quién le da para saber a quién le debe. Y los punteros estos días pierden esta deuda, cientos de ciudadanos sin banderas políticas ingresan a los barrios, dan comida, abrigo y no piden nada a cambio. El vecino afectado advierte que el Estado está ausente, que los funcionarios siguen trabajando para los medios y estadísticas electorales. Y que el sistema clientelar al que utilizan para satisfacer sus necesidades ya no es negocio para los excluidos. Y entonces hay que preguntarse después de tanta desidia: ¿Para qué necesitamos un Estado?